– Estoy
pensando en escribir una nueva novela
– Me
alegro. ¿Ya tenés la historia?
– Tengo
algunas ideas dando vueltas en mi cabeza, supongo que es cuestión de sentarse a
escribir y darle forma.
– ¿Me
querés contar?
– Si,
claro. Lo primero que pensé fue en dos bandos. Es inevitable que haya un
conflicto (o varios) para generar tensión al relato. Tengo a dos grupos de
personas que piensan de manera opuesta. Pongámosle, por caso, grupo A y grupo
B. Todavía no les puse nombre ni los caractericé. Ya te dijo que tendría que
sentarme para darle forma. Estos dos grupos desean matarse y viven en la misma
cuadra.
– ¿En
la misma cuadra?
– Si,
tienen que conocerse entre ellos. Necesariamente deben vivir en el mismo barrio
para aumentar la tensión de la historia. Si no, no hay novela. También pensé en
que debe suceder un hecho circunstancial e inesperado para ambos grupos, algo
que los descoloque, y se me ocurrió en la muerte de uno de los referentes del
grupo A.
– No
me sorprende, en todas tus novelas alguien muere.
– Sí,
la muerte le pone pimienta a las historias. La muerte tiene que ser misteriosa,
confusa, para mantener la tensión en el lector y la expectativa por el final. Este
tipo, el muerto, tiene que ser importante en la historia. Por ejemplo, una
figura reconocida que prometa tener el puño lleno de verdades que, una vez
dichas, dará luz sobre los hechos por los cuales ambos grupos están
distanciados, y hará que los integrantes del grupo B reconozcan la derrota
ideológica y se sumen al grupo A del cual el muerto, como te dije, es un
referente. Pero el tipo muere y con él sus verdades. Entonces el grupo A
acusará rápidamente al grupo B de ser culpable de esa muerte y los del grupo B
dirán que el tipo se suicidó porque, sabiendo que no existían tales verdades,
no soportó la hipotética decepción que ocasionaría a toda su gente.
– Hasta
acá me resulta interesante. Pero ¿cómo sigue? Porque en definitiva la trama es
buena pero no hay ningún cambio. Tanto unos como otros siguen en la misma
postura.
– Por
ahora es todo lo que tengo. Si, le falta progresión. Es decir, mantengo la
tensión, pero faltaría que la historia se desarrollara y produjera cambios, que
algo de los grupos se modificara. Tengo que pensar en algo que me saque de ahí….
¡Ah! Ya sé. Ambos grupos van a buscar a los especialistas en la materia,
comunicadores expertos en casos policiales para que cuenten a la población, con
puntillosa profesionalidad, todo lo ocurrido el día de la tragedia. Llegado a
este punto creo que tengo unos cuantos capítulos para desarrollar. Con un poco
de imaginación puedo zambullirme en las circunstancias del hecho y explayarme
libremente. Ese sería el nudo de la novela.
– ¿Pero
estos expertos no son también parte de alguno de los grupos? Digo, si saben lo
que pasó es porque están al tanto, viven en la misma ciudad, ¿no?
– Si,
es verdad. O sea que no podrán escapar de la disputa inicial. Mejor dicho, no
se me ocurre cómo hacer para que estos personajes impongan condiciones y no queden
catalogados como miembros del grupo A o del grupo B.
– Claro,
ya no importaría que tan inteligente fuera el contenido porque serían acusados
de pertenecer a un grupo u otro según el análisis que hicieran. Pero no está
mal. A la gente le encanta los policiales. El otro día escuché una estadística
sobre las ventas de libros que decía que por cada libro de poesía hay veinte de
novelas policiales que se venden.
– Si…
Puede ser una gran novela. He leído tanto a Chesterton, Poe y a Conan Doyle,
que tengo algunas habilidades para desarrollar esas tramas, pero todavía no
logro ver el desenlace…
– ……
– ¡Ya
está! Creo que lo tengo. Una vez que estos personajes expresen todas las
teorías posibles sobre las causas de esa muerte y que reconstruyan los hechos
de mil maneras diferentes, podría incluir en el relato a personajes vinculados
a la justicia, que sean portadores de la verdad y que digan, técnicamente, si
al tipo lo mató alguien del grupo B o si, efectivamente, se suicidó. Como
desenlace de la novela podría agregar los informes periciales y la sentencia
del juez. Pienso que si escribo el final de esa manera le dará verosimilitud al
texto, ¿no te parece?
– Y
esos peritos, abogados y jueces, ¿Quiénes serían? ¿De dónde vendrían? ¿No
serían también gente del barrio, del grupo A o del grupo B?
– Si,
claro. Caería en la misma lógica, ¿no? Como el cuento de la buena pipa. Me
parece que esta historia no tiene final, se pisa la cola a sí misma.
– …….
– Mejor
pienso en otra trama.