martes, 23 de febrero de 2016

Me gusta




La madre recostada en el sofá cansada de algo o de todo. Cansada. La hija inquieta que no llega al metro de altura y que tiene hormigas en el culo (o eso le dice su madre) avanza como puede con esas piernitas que se mueven con un poco de tembleque y que amenazan con el derrumbe que no llega a producirse porque sus bracitos son movidos con eficacia manteniendo el equilibrio. La primera sube las piernas a un banquito y abre su celular con la mano derecha. Sopla y resopla y mira a la criatura un poco con amor y otro poco con odio -si es que se pudiera mirar así-. Demasiado esfuerzo hace, mierdacarajo, se merece un descanso Desbloquea el aparato y revisa las fotos y el wasap, borra algunas aplicaciones porque tiene poca memoria y repasa los últimos videos que subieron al grupo “las chicas”: algunos chongos en pelotas y también unos audios chistosos de gente pobre que castellaniza letras de canciones en ingles. La pequeña se abalanza a la cocina con las manos hacia adelante en posición en que se imita a los sonámbulos. Se cae, pero sigue. Una o dos veces. Es lo común, por eso la madre ni se mosquea porque los chicos son de plástico y viven en el suelo pero no se hacen nada, qué se le va a hacer. Dos, tres pasos y cae, pero se levanta y llega hasta la mesada donde pone sus deditos por encima de la misma como si deseara escalar. Apenas roza el mango de la cuchilla con la que la madre cortó el zapallo un rato antes, pero no se rinde. Una y otra vez va apenas tocando el arma blanca con un esfuerzo descomunal y ganando un par de centímetros, cuando se aviva de ponerse en puntas de pie. Todo en un perfecto silencio que relaja a quien, en el sofá, acaba de entrar al Facebook porque tiene dos notificaciones pendientes. A Gerardo Martinez le gusta la foto que Luisa Galván le etiquetó y además comentó “guapas” con dos signos de admiración. En la foto que vuelve a mirar está ella con su amiga abrazada, inclinada de tanta risa y con una copa en la otra mano. Hay mucha piel y poca ropa porque esa noche fue verano y el calor es un buen argumento para la mini y el escote. De a poco la cuchilla se acerca al borde como si un millón de hormigas debajo la movieran al precipicio. Sus dedidos sienten el frío del metal y la chiquita se alegra aunque no pueda ver nada de lo que sucede encima de la mesada. Recién puede ver cuando el arma va cayendo de punta en dirección a su entrecejo y qué casualidad que justo se mueve y la cuchilla cae frente a ella. El ruido pudo haber sido cualquier cosa y la alarma, en este caso, es el llanto de la nena, pero como la nena no llora, en el sofá sigue su madre descansando mientras entra al perfil de Gerardo para ver si lo conoce. No, no lo conoce, pero aceptó su amistad porque tienen tres amigos en común y porque esas gafas negras de su foto de perfil le calientan. Ella se asoma por un momento y alcanza a ver las piernitas de su hija estiradas en el piso, al resto del cuerpo lo tapa la puerta entreabierta. Está sentada, jugando vaya a saber a qué, pero hay que aprovechar que está tranquila, callada. La nena inspecciona la cuchilla pero no le encuentra nada interesante, por eso lo deja a un lado y va hacia la heladera un poco gateando y otro poco caminando. Si la maraña de cables que están detrás del artefacto le llaman la atención, el enchufe que los aúna a todos mucho más. Un enchufe donde hay un triple que sostiene tres adaptadores donde están conectados la heladera, el microondas y la pava eléctrica. De esta última hay un segmento del cable que está pelado pero difícil de ver porque queda oculto entre la heladera y la pared. Allí va la niña a toda velocidad dispuesta a experimentar de qué se trata todo eso. Por suerte la excitación se desplaza al pedazo de manzana con pelusas que encuentra debajo de la heladera (así son los chicos de dispersos e inconstantes). Mientras come el fruto de Adán, “comida Gourmet” sugiere que le des un “me gusta” a su página, y la mujer del sofá lo hace antes de comentar la foto de Emilia García besando a su hija bajo la inscripción “ella es TODO en mi vida” y varios hashtag con palabras como “amarla”, “felicidad”, hijos” y algunas otras. La foto de su amiga con su hija tiene 67 megusta y ella abre la opción para estudiar quienes son los que dieron el like, y recuerda que la foto que había subido hace dos días de su propia hija -que ahora se dirige hacia la escalera que da al sótano- contaba con tan solo 43 megusta y no puede evitar sentir un poquito de envidia, sobretodo porque su propia hija había salido hermosa con el vestidito nuevo. La puertita que impide el acceso a la escalera que va al sótano está abierta y los ojos de la infanta se abren aún más y brillan de emoción. Sus rodillas raspadas de tanto gatear hacen un esfuerzo más para llegar a destino mientras ¡qué hermosa ropita infantil vende Estefanía! que acaba de ser aceptada como amiga. Consultar por inbox los precios y de paso pregunta si tiene esos hermosos zapatitos en talle 20. Decidida a bajar las escaleras, la chiquilla se para frente al abismo cuando aparece Coqui que le lame la cara y le mueve la cola. Ella intenta en vano quitárselo de encima pero el can está dispuesto a jugar y lo logra. Los dos, ahora, se van al lavadero. En la pantalla del celular aparece el título ¿A que no sabés de quién habló mal Pampita? y cómo no hacer un link al enlace no sin antes abrir los 145 comentarios. En ese momento el aparato vibra y entra un wasap de un video que tarda en descargarse pero que seguro se trata de alguna caída graciosa porque lo mandó Marcela al grupo “las chicas”, y a ella le encantan esas cosas. Al lado del detergente y la lavandina, sobre el piso, quedó el veneno para ratas, vaya a saber porqué, y justo ¡qué mala suerte! que al voltearlo con la pierna derecha se le sale la tapa y la beba, intrigada, toma un buen trago pensando que es agua, o simplemente porque suele llevarse todo a la boca.

La pequeña casa velatoria no da abasto de tanta gente que va a despedir a la niña. Nadie entiende cómo el mundo es tan injusto de llevarse a una pequeña bebé a pocos meses de su nacimiento. Un centenar de pesares y de besos recibe su madre durante toda la jornada que la encuentra pegada al pequeño cajón donde descansa su hija. Cruza las manos aferrada a un Rosario y Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, cuando un ring suena de su celular. Lo desbloquea con la inicial de su hija y ve que Juana Martinez comentó el álbum de fotos de la pequeña difunta que su madre subió junto con una hermosa carta y que ya tiene el récord personal de 231 megustas y 78 comentarios. 



lunes, 15 de febrero de 2016

Documentos



  • Sí -el hombre atiende con la mirada puesta en la pantalla y sus manos moviéndose en el teclado-.
  • Buen día - dice la chica-.
  • Hola
  • Mire, vengo a denunciar que me han robado el documento
  • Un momento…. ahora le tomo la denuncia -el hombre sigue compenetrado en su pc-.
  • …..
  • Documentos, por favor - por primera vez la mira a la cara y deja de escribir-.
  • No los tengo. Vine a denunciar justamente que me lo robaron
  • Pero los necesito. Tiene que identificarse para hacer la denuncia -señala la pantalla aunque la joven, del otro lado de la mesa, no puede ver lo que hay allí. El hombre lo hace como si estuviera haciendo referencia a algún formulario-.
  • Tengo una cédula de cuando era chica
  • No sirve. La cédula dejó de ser válida para identificación personal.
  • Bueno, no sé, tengo en esta cartera un carnet de suscripción a la revista Ohlala  Tiene escrito mi nombre…- la chica amaga abrir la cartera-.
  • ¿Usted me está cargando?
  • Disculpe… ¿y la tarjeta de crédito? Por suerte no la tenía en la billetera que me robaron…La tengo acá -la chica levanta el plástico como un trofeo-.
  • ¿Y cómo sé que no se la robó?... a la tarjeta, digo.... quiero decir, yo sé que es suya, que usted no se la robó. No estoy diciendo eso. Lo que digo es que para el formulario no sirve porque pudo haberla robado o encontrado en la calle. O simplemente haberla pedido prestada.
  • Entonces no puedo hacer la denuncia
  • Entienda mi situación, señorita. Yo estoy trabajando. No puedo tomar una denuncia sin que la persona se identifique. Usted pretende solapadamente que yo transgreda las reglas. Seguramente estará acostumbrada a que en muchas oficinas públicas lo hacen, pero acá no…
  • Sí, lo entiendo. Dígame, ¿Se puede hacer un nuevo documento sin hacer la denuncia de haber perdido el viejo?
  • Ahí tiene. No solamente pretende ir por el costado de la ley sino que, además, acaba de reconocer que lo perdió, y a mí me dijo que se lo habían robado
  • ¡Es una manera de decir! En realidad me lo robaron. Pero, ¿no es lo mismo para el caso? Lo que yo quiero es que quede claro que ya no lo tengo y que cualquiera lo puede tener y eso hace que yo corra riesgos.
  • Todos corremos riesgos todo el tiempo, señorita. Eso no viene al caso. ¿Necesita algo más?
  • ¿Hay alguna manera de poder denunciar que me robaron el documento sin presentar el documento porque me lo robaron?
  • Tiene que traer un testigo que diga que usted es usted. Es decir, que certifique que usted es quien dice ser, ¿se entiende?
  • ¿Un escribano?
  • No se haga la graciosa, quiere… una persona de su entorno
  • Ah ok, gracias.

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  • Buen día -dice la chica-.
  • Hola -dice el hombre mirando la pantalla sin dejar de mover sus dedos en el teclado-.
  • Hola -dice el muchacho que acompaña a la joven-.
  • Dígame
  • Ayer estuve acá, con usted ¿Se acuerda? vine a hacer la denuncia de que perdí el documento en un robo y usted me dijo que necesitaba un testigo ya que no contaba con el documento para identificarme…
  • Sí, recuerdo. ¿usted es el testigo? -dice el hombre mirando al muchacho-.
  • Si, mucho gusto.
  • Me permite su documento.
  • Acá tiene -el muchacho le alcanza el dni y el hombre lo observa detenidamente, como si buscara algún dato que no se encuentra. Frunce su cara como si estuviera oliendo a podrido y finalmente se lo devuelve. Ahora se dispone a escribir en su máquina-.
  • Nombre y apellido
  • Eduardo Galetti -el hombre escribe a gran velocidad-.
  • Número de documento
  • treinta y tres, veintidós, cuarenta, sesenta y cuatro
  • Qué parentesco tiene con la señorita.
  • Somos novios -El hombre se detiene y los mira-.
  • Novios…
  • Sí -responde la chica-. ¿Por?
  • Dejeme pensar -el hombre se acaricia la barba y adelanta el mentón-. No, no puede ser…
  • ¿qué cosa no puede ser? -pregunta la joven un poco fastidiosa-.
  • Es que no sirve. Novios no es nada, me entiende. ¿Cómo certifico que son novios, que tienen una relación? Usted le podría haber pagado a este hombre de la calle para hacerse pasar por su novio. Está clarísimo que son novios, no estoy dudando de eso, no digo que usted esté mintiendo, sólo que no lo puedo poner en este formulario de denuncia. Me entiende, ¿no?.  
  • ¡Ahora soy yo la que cree que me está cargando! -dice la chica mientras su novio la mira extrañada, como si nunca la hubiera visto con ese ánimo-.
  • ¿qué dice?
  • Ayer usted me dijo que yo lo estaba cargando. Ahora es usted el que me está tomando el pelo. ¡Eso digo!
  • Tranquilícese, señorita. Yo estoy haciendo mi trabajo. Mire toda la gente que hay detrás suyo -el hombre señala por encima del hombre de la chica-, estoy intentando ayudarla.Estoy pensando cómo podemos hacer… escucheme, ¿ustedes están conviviendo?
  • No -la chica resopla y se deja caer contra el respaldo de la silla-.
  • ¿Qué tiene que ver eso? -pregunta el muchacho-.
  • Ay, ¡qué macana! -se lamenta el hombre-. Si convivieran podríamos decir que están en concubinato y esa es otra historia, ahí sí hay un vínculo legal y el muchacho podría ser testigo de que usted es usted, ¿me sigue?
  • ¡Bueno, sí! ¡convivimos! ¡ponga ahí que convivimos y listo, hágame el favor! -el hombre vuelve sobre la computadora y escribe-.
  • Fíjese que pese a su enojo la estoy ayudando demasiado. Estoy haciendo algo que no debería. Estoy faltando a la verdad sólo porque quiero que usted se vaya satisfecha y para que vea mi buena voluntad. Espero que sean reservados y no anden comentando por ahí lo que acabamos de hacer porque me podrían hacer un apercibimiento, y hasta echarme.
  • Quédese tranquilo -se anticipa el muchacho al ver que su novia mastica furia-, lo entendemos perfectamente. Sabemos que está en una posición incómoda y no queremos complicar aún más las cosas. Somos concubinos y se acabó la historia, así nos puede tomar la denuncia
  • Bien. Ahora faltaría una sola cosita para autentificar que ustedes son concubinos. Necesitan un testigo... un vecino, el portero, alguien que de cuenta que ustedes viven juntos, y con eso estamos.