La madre recostada en el sofá cansada de algo o de todo. Cansada. La
hija inquieta que no llega al metro de altura y que tiene hormigas en el culo
(o eso le dice su madre) avanza como puede con esas piernitas que se mueven con
un poco de tembleque y que amenazan con el derrumbe que no llega a producirse
porque sus bracitos son movidos con eficacia manteniendo el equilibrio. La
primera sube las piernas a un banquito y abre su celular con la mano derecha.
Sopla y resopla y mira a la criatura un poco con amor y otro poco con odio -si
es que se pudiera mirar así-. Demasiado esfuerzo hace, mierdacarajo, se merece un descanso Desbloquea el aparato y revisa
las fotos y el wasap, borra algunas aplicaciones porque tiene poca memoria y
repasa los últimos videos que subieron al grupo “las chicas”: algunos chongos
en pelotas y también unos audios chistosos de gente pobre que castellaniza
letras de canciones en ingles. La pequeña se abalanza a la cocina con las manos
hacia adelante en posición en que se imita a los sonámbulos. Se cae, pero
sigue. Una o dos veces. Es lo común, por eso la madre ni se mosquea porque los
chicos son de plástico y viven en el suelo pero no se hacen nada, qué se le va
a hacer. Dos, tres pasos y cae, pero se levanta y llega hasta la mesada donde
pone sus deditos por encima de la misma como si deseara escalar. Apenas roza el
mango de la cuchilla con la que la madre cortó el zapallo un rato antes, pero
no se rinde. Una y otra vez va apenas tocando el arma blanca con un esfuerzo descomunal
y ganando un par de centímetros, cuando se aviva de ponerse en puntas de pie.
Todo en un perfecto silencio que relaja a quien, en el sofá, acaba de entrar al
Facebook porque tiene dos notificaciones pendientes. A Gerardo Martinez le
gusta la foto que Luisa Galván le etiquetó y además comentó “guapas” con dos
signos de admiración. En la foto que vuelve a mirar está ella con su amiga
abrazada, inclinada de tanta risa y con una copa en la otra mano. Hay mucha
piel y poca ropa porque esa noche fue verano y el calor es un buen argumento
para la mini y el escote. De a poco la cuchilla se acerca al borde como si un
millón de hormigas debajo la movieran al precipicio. Sus dedidos sienten el
frío del metal y la chiquita se alegra aunque no pueda ver nada de lo que sucede
encima de la mesada. Recién puede ver cuando el arma va cayendo de punta en
dirección a su entrecejo y qué casualidad que justo se mueve y la cuchilla cae
frente a ella. El ruido pudo haber sido cualquier cosa y la alarma, en este
caso, es el llanto de la nena, pero como la nena no llora, en el sofá sigue su
madre descansando mientras entra al perfil de Gerardo para ver si lo conoce.
No, no lo conoce, pero aceptó su amistad porque tienen tres amigos en común y
porque esas gafas negras de su foto de perfil le calientan. Ella se asoma por
un momento y alcanza a ver las piernitas de su hija estiradas en el piso, al
resto del cuerpo lo tapa la puerta entreabierta. Está sentada, jugando vaya a
saber a qué, pero hay que aprovechar que está tranquila, callada. La nena
inspecciona la cuchilla pero no le encuentra nada interesante, por eso lo deja
a un lado y va hacia la heladera un poco gateando y otro poco caminando. Si la
maraña de cables que están detrás del artefacto le llaman la atención, el
enchufe que los aúna a todos mucho más. Un enchufe donde hay un triple que
sostiene tres adaptadores donde están conectados la heladera, el microondas y
la pava eléctrica. De esta última hay un segmento del cable que está pelado
pero difícil de ver porque queda oculto entre la heladera y la pared. Allí va
la niña a toda velocidad dispuesta a experimentar de qué se trata todo eso. Por
suerte la excitación se desplaza al pedazo de manzana con pelusas que encuentra
debajo de la heladera (así son los chicos de dispersos e inconstantes).
Mientras come el fruto de Adán, “comida Gourmet” sugiere que le des un “me
gusta” a su página, y la mujer del sofá lo hace antes de comentar la foto de
Emilia García besando a su hija bajo la inscripción “ella es TODO en mi vida” y
varios hashtag con palabras como “amarla”, “felicidad”, hijos” y algunas otras.
La foto de su amiga con su hija tiene 67 megusta y ella abre la opción para
estudiar quienes son los que dieron el like, y recuerda que la foto que había
subido hace dos días de su propia hija -que ahora se dirige hacia la escalera
que da al sótano- contaba con tan solo 43 megusta y no puede evitar sentir un
poquito de envidia, sobretodo porque su propia hija había salido hermosa con el
vestidito nuevo. La puertita que impide el acceso a la escalera que va al
sótano está abierta y los ojos de la infanta se abren aún más y brillan de
emoción. Sus rodillas raspadas de tanto gatear hacen un esfuerzo más para
llegar a destino mientras ¡qué hermosa ropita infantil vende Estefanía! que acaba
de ser aceptada como amiga. Consultar por inbox los precios y de paso pregunta
si tiene esos hermosos zapatitos en talle 20. Decidida a bajar las escaleras,
la chiquilla se para frente al abismo cuando aparece Coqui que le lame la cara
y le mueve la cola. Ella intenta en vano quitárselo de encima pero el can está
dispuesto a jugar y lo logra. Los dos, ahora, se van al lavadero. En la
pantalla del celular aparece el título ¿A que no sabés de quién habló mal
Pampita? y cómo no hacer un link al enlace no sin antes abrir los 145
comentarios. En ese momento el aparato vibra y entra un wasap de un video que
tarda en descargarse pero que seguro se trata de alguna caída graciosa porque
lo mandó Marcela al grupo “las chicas”, y a ella le encantan esas cosas. Al lado
del detergente y la lavandina, sobre el piso, quedó el veneno para ratas, vaya
a saber porqué, y justo ¡qué mala suerte! que al voltearlo con la pierna
derecha se le sale la tapa y la beba, intrigada, toma un buen trago pensando
que es agua, o simplemente porque suele llevarse todo a la boca.
La pequeña casa velatoria no da abasto de tanta gente que va a despedir
a la niña. Nadie entiende cómo el mundo es tan injusto de llevarse a una
pequeña bebé a pocos meses de su nacimiento. Un centenar de pesares y de besos
recibe su madre durante toda la jornada que la encuentra pegada al pequeño
cajón donde descansa su hija. Cruza las manos aferrada a un Rosario y Padre
nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, cuando un ring
suena de su celular. Lo desbloquea con la inicial de su hija y ve que Juana
Martinez comentó el álbum de fotos de la pequeña difunta que su madre subió
junto con una hermosa carta y que ya tiene el récord personal de 231 megustas y
78 comentarios.
Excelente...y tan pateticamente real!
ResponderEliminarChau celular en 3,2,1...
Besos
Habrá que volver a la época donde el teléfono servía para hablar con otro?
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