El tipo se llama Fausto, no sé cuánto va a durar. No tengo nada contra él. Tampoco tenía nada contra Rodolfo ni contra Facundo. Viene a la tardecita y se queda hasta después de cenar. Lo único que me molesta es que se esfuerce por ser natural y a veces se pasa de confianzudo.
El
otro día llegó y mi vieja se estaba bañando. Le abrí la puerta y volví al
sillón porque estaba jugando el City. Se sentó a mi lado sin decir nada. Ni
siquiera preguntó por ella. Cómo van, preguntó para sacar tema. Cero a cero, le
dije señalándole el resultado en la tele. Me preguntó si quería mates y sin
esperar mi respuesta me dijo que iría a poner el agua. Después avisó que
abriría la heladera para sacar no sé que cosa. Siempre dice que está a gusto en
mi casa, que se siente como en la suya, pero tiene la necesidad de anunciar
todo lo que hace. Por mí, que haga lo que quiera.
Repito.
No tengo nada contra Fausto. Al flaco le gusta el fútbol tanto o más que a mí y
hasta hemos ido a la cancha un par de veces. Si tiene que gastarme o refregarme
que nos tienen de hijos, lo hace sin pensarlo dos veces. Eso sí que es natural
y no me cae mal, al contrario. Mi vieja fue quien le dijo el primer día y
delante mío que yo era un apasionado del fútbol y que era capaz de ver un
partido de la liga ucraniana (siempre repite el mismo chiste ante los
desconocidos y siempre dice la palabra apasionado que no me gusta para
nada, porque es un adjetivo de mina). Siempre busca que sus novios coincidan,
en algo, conmigo.
A
los pocos meses del accidente de mi viejo trajo a casa a Rodolfo. El tipo usaba
anteojos y se peinaba con gomina. Tenía la manía de tocarse los anteojos en el
entrecejo como si todo el tiempo estuvieran por caerse. Ese tic ridículo
aumentaba cuando estaba por decir algo que para él era importante. Sacaba y
metía la lengua como un sapito, como si necesitara mojarse los labios para
hablar. Me preguntaba por mi viejo; si lo extrañaba, cómo era o qué cosas hacía
con él. Me decía que tenía que querer a mi mamá, que ella me amaba y que haría
cualquier cosa por mí. Yo ya tenía mi psicólogo, mi vieja me mandaba para
sentirse bien.
Supongo
que ella también se dio cuenta de que era bastante pelotudo, o a él no le cerró
su forma de ser, que se pusiera polleras cortas o que usara tacos altos.
El tema es que dejó de venir.
Cada
vez que mi vieja corta con algún macho viene a mi cuarto a hacerse la amiga,
siempre preguntando por la escuela y por quién me gusta. No tiene otro tema.
Después se cansa y se va. O me voy yo. Es lo mismo.
Después
de Rodolfo metió en mi casa a un pibe más joven que ella, Facundo. Con él no
tenía trato y eso a mi vieja le jodía. A mí no. Mejor, incluso. Me traía
regalos para acercarse pero le costaba hablar de algo. Qué mejor que recibir
cosas y que nadie te rompa las pelotas. Cinco o seis meses y listo, no vino
más.
Ahora
quiere enchufarme a Rodolfo, que piensa que puede ser mi padrastro por el sólo
hecho de que podamos ver un partido sin que mi vieja interceda, o porque se
esfuerza en andar por mi casa como si fuera el dueño.
Yo
lo miraba desde el sillón. El tipo buscaba la yerba y no la encontraba. No
quería preguntarme para no reconocer que es visitante. Yo tampoco lo orientaba.
Metiendo mano en la alacena tiró y rompió mi taza, la del rojo, la que mi viejo
me había regalado en un día del niño. En eso llegó mi vieja con la toalla en la
cabeza y lo saludó como si nada, dándole un beso de una forma asquerosa. Le
dijo que no se preocupara, que no tenía importancia, Me miró y me preguntó por
qué no lo había atendido. Después lo miró a él y le dijo bajito que me
perdonara, que yo era un pendejo irrespetuoso. yo seguía callado, ¿para qué
hablar? No se conformó con lo de pendejo irrespetuoso y le dijo que yo era tan
infantil que creía que las cosas se solucionaban callando. Ahora pedía que
hablara y antes me rogaba silencio, me decía que era mejor que papi no se
enterara, que me olvidara de lo había visto porque si se separaban perdíamos
todos.
Yo, ahora, prefiero callar.
¡Impactante! ¡Muy bueno!
ResponderEliminarGracias Perro Gris!!
Eliminar¡Impactante! ¡Muy bueno!
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